domingo, 16 de septiembre de 2007

Carta al Mercurio, 16 de septiembre de 2007

Proyecto sobre no discriminación

Señor Director:

Un debate que se ha mantenido bastante soterrado es la tramitación que se está llevando a cabo en el Senado del proyecto de ley que establece medidas en contra de la discriminación. En líneas bastante generales, lo que persigue es dotar al Estado de amplias facultades en contra de “toda forma de discriminación”, definida de manera amplísima (art. 2), y establecer una acción bastante particular y de especial tramitación.

Quisiera poner énfasis en dos temas que me parecen fundamentales. Primero, no logro entender cuál es el motivo de establecer un marco legal, cuando nuestra misma Constitución ya se encarga del punto en el artículo 19 Nº 2, dotando a las personas de recursos de protección para perseguir discriminaciones arbitrarias que puedan afectar sus derechos. El proyecto en comento exacerba considerablemente los efectos normativos, haciendo extensivo el reproche incluso a los casos donde la discriminación no lleva aparejada arbitrariedad y aun cuando no se lesionen derechos con ella.

Y segundo, resultan preocupantes los fundamentos del proyecto, donde se propugna un derecho a la no discriminación, que podría ser la puerta de entrada a múltiples pretensiones de determinados grupos dentro de nuestra sociedad, que curiosamente son los principales promotores del mismo.

Sobre estos supuestos, mañana perfectamente algunos podrían defender —y así lo han hecho en países como España, por ejemplo— la instauración de matrimonios entre homosexuales. Ilustrativo resulta el caso de Escocia, donde un instructivo del servicio nacional de salud recomienda no hablar de “padres” y “madres”, por considerarlo ofensivo y discriminatorio respecto de las parejas homosexuales. ¿Para allá nos quieren llevar?

Diego Schalper Sepúlveda
Presidente
Centro de Alumnos Derecho UC

jueves, 6 de septiembre de 2007

Ansias de Poder

Ansias de Poder

Es una cosa bastante usual en nuestra sociedad el atribuir a las personas que tienes algún interés especial en la política (en su más amplia dimensión) y en lo público las más variadas etiquetas, las cuales, como toda etiqueta, suele ser puesta por fuera y generalmente sin haber sido antecedida de un proceso basico para hacer un juicio, consistente en conocer. La más tradicional de todas: suponer que una persona por optar, con todos los sacrificios invisibles y visibles que ello conlleva, por cargos de representación, tiene afanes poco nobles y que más que servir vendría a servirse de los cargos que ostenta. O dicho de una forma más conocida: tendría afanes de poder y aspiraría a construir una carrera política.

Parto por señalar, que ya estas dos menciones son bastante equívocas. ¿A qué se extiende tener afán de poder? Para mi gusto, tener afán de poder es estar dispuesto a todo para obtenerlo, sin dudar el conceder y ceder lo que sea necesario. Es dirigirse a él no como un medio sino como fin. Es pretender ostentar posiciones de poder por el sólo hecho de ostentarlo. Y en ese sentido, lo ideal sería, en el sistema que nos impera, tender hacia el Centro, no quemarse mucho con consignas poco populares (entre las cuales, para lamento de algunos, están las que inspiran a nuestra Casa de Estudios), participar de aquellas cosas que lo hacen ver a uno como simpático sin generar muchos anticuerpos (me explico) y evitar todo tipo de pronunciamiento que pueda molestar a alguien. Idealmente señor no acoja ni defienda posturas, acoga la tesis de que cada uno tiene su verdad y no se complique en discusiones donde sin duda habrá vencidos y vencederos, y por ende adherentes y no adherentes. En suma, tener afán de poder, es tender a él sin una orientación precisa, entendiendolo como un fin en sí mismo y no como un medio. La pregunta es ¿para que estar en el poder si no se tiene nada que hacer a partir de él? ¿De qué le sirvió al PP estar tanto tiempo en el poder si no fue capaz de afianzar su modelo de sociedad, traduciendose en una máquina de ganar elecciones por conservar pequeños espacios para su gentío burocrata? ¿Cuánto se demoro el PSOE en echarlo todo abajo?

Hacer carrera política. Evidentemente, si Ud. se mueve o tiende al poder como el fin de sus acciones, evidentemente mirará con calculadora cada uno de los pasos que da para pavimentar su ascenso en la escalera, aumentando el poder al que puede aspirar. Esperara los momentos precisos, tomará pocos riesgos y hará que sus acciones no entorpezcan el camino. Hará lo que sea popular y no confrontará las consignas ni quebrará los esquemas. Hará favores interesadamente, para después cobrar la cuenta. Se hará amigo de ciertas personas, pensadamente, para luego cobrar las simpatías y los tragos de más que han vivido juntos. Tenderá a imitar las acciones de aquellos que pueden convidarlo a espacios de poder, cambiará sus formas de ser si es necesario, y hasta podría convertirse en una especie de camaleón.

No creo en eso. En mi vida he procurado moverme más que tecleando botones de una máquina que suma, por principios y convicciones, las cuales sin duda han generado ronchas en más de alguno, pero bueno, que se le va a hacer. He recibido los apelativos más duros y las críticas más hirientes. Y si hago estos comentarios, algo desordenados y teñidos con cierto manto de subjetividad, es que dichas etiquetas son precisamente las que espantan a las personas capaces, serviciales y desinteresadas de la política, insisto, en el sentido más amplio de la palabra. Son esas acusaciones infundadas en muchos casos los que han reservado los espacios de influencia a personas poco capaces. Por lo mismo, seamos capaces de ver un poco más allá en ciertos casos, y aunque tiente mucho plegarse a la masa, estemos dispuestos a sobreponerse a lo común, lo normal, lo impuesto. Juzgar intenciones es una aventura muy riesgosa, por lo que de hacerlo, al menos con antecedentes de peso que lo funden. Y por ultimo, si alguien a veces ha sentido que por las cosas que ha hecho ha sido objeto de críticas y le han atribuido intenciones poco noble, primero cuestionarse que cuota de razon tienen, y de descartarla, tomar con firmeza el timón del propio barco y no dejarse de llevar por el viento, que en ciertos casos es soplado no precisamente por personas virtuosas y bien intencionadas.

brrrpppp

domingo, 2 de septiembre de 2007

Ocaso de un ciclo

De vuelta a los blogs. Primero, justifiquemos la razón de estar de vuelta y no insistir en noperosi.blogspot.com. Luego, brevemente el motivo del nombre. Después entramos al fondo.

Una ventana que cada vez tiene más adeptos y donde, si uno se da el tiempo, puede encontrar cuestiones bastante interesantes, resulta bastante atractiva. Por eso de vuelta. Y la verdad es que dado el ostracismo que conlleva el CADe por la escacez de tiempo, olvidé la clave de mi antiguo espacio, el cual, por lo menos, permanecerá ahí inalterado.

Reflexiones desde la cueva. La verdad es que siempre mi pieza ha sido mi cueva, donde reflexiono, donde descanso, donde escribo, donde leo. Ese espacio de soledad y tranquilidad detrás de la puerta cerrada. Publicaré de acuerdo a los mandatos de la prudencia los frutos de esos momentos en ella.

Ocaso de un ciclo. Después de dos años de participación activa en la política universitaria desde el Centro de Alumnos de Derecho, poco va quedando para el término de ese proceso. Mucho podría escribir de tan amplio espacio de tiempo, desde anécdotas y experiencias, hasta pensamientos y maduraciones que con la ayuda de muchos he vivido. Pero lo cierto es que me cuesta hacerlo pensando que un mes y medio es lo que queda y que el compromiso es hasta el último día. Ya tendremos tiempo para compartir esas vivencias y esas lecciones. Ojalá algunos, en su oportunidad, se animen a complementarlas.

Quisiera eso sí referirme a un punto en particular que a estas alturas resulta fundamental. ¿Qué debe motivar la participación en política, la generación de alternativas, la promoción de proyectos y el esfuerzo constante? O dicho de otra manera, ¿qué debe motivar el actuar en política? Advierto de antemano tres cosas. Primero, que lo más probable es que los lectores pondrán en tela de juicio a partir de la experiencia vivida los planteamientos que esgrimo a continuación. Es más, probablemente encontrarán hitos más o menos puntuales donde nos ha faltado coherencia en este sentido. La verdad es que lo anterior no es algo que me inquiete en demasía, pues lo cierto es que el proceso de aprendizaje es constante y el error, en la medida que se acepte e interiorice como tal (sólo es posible cuando la verdad es una algo como eso, pues de otra forma el error aparece como algo difícil enfrentado a la verdad individual) es un elemento imprescindible. Estaré muy agradecido si en privado (sí señores, si las críticas persiguen que el otro mejore y no su escarnio público, se hacen en privado) me hacen ver esas incorrecciones. Segundo, que mis conocimientos para elaborar algo más acabado sobre el punto son escasos, especialmente cuando el avatar de la acción práctica logra imponerse a veces al necesario tiempo que es preciso dedicar a la formación. Pero aún así me parece bueno intentarlo. Nuevamente feliz estaré de los complementos que alguien quiera hacer o de responder a la crítica que algunos viertan en el presente. Y tercero, que lo que escribo a continuación no es nada nuevo y podría resultar hasta obvio para algunos. Pero lo obvio por lo mismo a veces se olvida. Y me atrevo a decir que la dificultad que a veces presenta la aplicación de las ideas y los principios a la realidad práctica hace de lo que viene algo que permanentemente debemos reflexionar. Especialmente al ocaso de un ciclo.

Bueno, de vuelta al punto. ¿Qué debe fundar nuestro actuar el política? Los principios que configuran nuestra visión del hombre y nuestra visión de la sociedad. Las ideas de lo que queremos para el espacio donde nos corresponde influir (o, en nuestro caso, gobernar). Esos deben ser nuestro norte a seguir y a promover, nuestro parámetro para medir la bondad o maldad de nuestras decisiones y nuestra fuente de acción en todo momento mediando siempre la prudencia. Nada de lo que hagamos puede ir contar de nuestros principios sin que nos sea fuertemente reprochable. No son aceptables los argumentos de los costos políticos y de las dificultades circunstanciales. Habrá que ser valientes y creativos. Pues de otra forma se traduce en un barco que navega sin rumbo y que termina finalmente por ser una experiencia de flotación sin destino. Si no tenemos nada que ofrecer, mejor no hagamos nada. Ganar elecciones por ganarlas, estar en política para estar, para saciar el estómago, no tiene ningún destino. En otras palabras, el actuar en política sólo se justifica si permite una materialización de nuestros principios y orientar a nuestro espacio de influencia hacia la sociedad que queremos. Y por lo mismo sólo los mejores (entiéndase bien, no los que marcan más en las mediciones), los con mayor formación, los con más claridad, los con mayores capacidades, entre los que en un momento dado tengamos deben ser los capitanes. El timón marca el trayecto y, consecuentemente, también el puerto.

Lector, el camino trazado no es fácil. Si Ud. cree que la verdad no le viene impuesta sino que se genera en Ud. y que la bondad o maldad de los actos no es objetiva, sino que viene dada por su voluntarismo o por la sumatoria de muchos voluntarismos, vivirá en la facilidad del no error y de la no incoherencia (porque si Ud. es incoherente a Ud. mismo siendo que Ud. determina los parámetros a que ser coherente, entonces estamos en un problema que podría revestir el carácter de clínico). Por otro lado, si se inspira en principios que no se modifican, que le establecen pautas de acción y de rectitud, que lo obligan y coartan (lamentamos limitar su libertad, pero creemos que sin verdad ésta no cabe), tendrá el díficil desafío de perfeccionarse, de formarse para medir mejor sus decisiones y afinar su prudencia; de equivocarse y asumir con humildad tal condición; de ser valiente y defender eso que lo trasciende frente a la multitud adversa; de ser responsable de lo que hace a la luz no de personas, sino de ideas; y ser susceptible de juicios acerca de su afinidad o falta de afinidad a ellos. Me imagino que se dará cuenta de la diferencia. Actúe en conciencia, porque estoy seguro que en el fondo, dejando de lado eufemismos, Ud. será capaz de percibir el camino correcto.